En un coche, todas las piezas son importantes y cumplen con su función. Pero el embrague es una de las fundamentales, de las que tienen que estar siempre en perfecto estado para que el coche funcione como debe. De hecho, es la pieza que transmite el movimiento del motor hasta las ruedas y permite que el coche se mueva. Para cambiar de marcha, el embrague desacopla y acopla el motor de la transmisión.
Con esta función, la tracción se ajusta a las necesidades de la circulación y hace que el coche se mueva con la tracción más adecuada. Para hacer esto, utiliza unos discos de fricción que reciben el nombre de ferodos. Al pisar el pedal del embrague, se desacoplan los discos de embrague del volante motor. Se interrumpe la transmisión de potencia a las ruedas y al soltar el pedal, los discos vuelven a entrar en contacto y transmiten la potencia a las ruedas.
Pero al ser un elemento físico, sufre un desgaste cada vez que se utiliza. Por norma, un embrague puede aguantar mucho tiempo sin presentar problemas. Una duración media del embrague puede cifrarse en unos 300.000 kilómetros, aunque puede dar problemas bastante antes. Todo depende, claro, del uso que se haga del embrague.
Cuando los discos del embrague se desgastan, no hacen buen contacto, patinan y no transmiten de manera correcta la potencia a las ruedas. Esto se nota en el momento de la conducción, sobre todo en el uso de marchas largas. Es posible que al engranar la cuarta marcha, se note que el motor sube las rpm, pero no gana velocidad.
Es el momento de pensar en visitar al taller y comprobar que todo está bien y, si no lo está, es el momento de sustituirlo. También se nota cuando hay que pisar el embrague en situaciones de necesidad de potencia, como al arrancar en cuesta. Este es uno de los momentos en que más sufre el embrague y cuando más se desgasta.
Esta maniobra suele venir acompañada de un fuerte olor a quemado e incluso puede aparecer humo en el vano motor. Pero tranquilo, esto no es necesariamente indicio de que el embrague está desgastado, sino que se ha producido un desgaste puntual y no hace falta pasar por el taller.
Si el vehículo arrastra grandes pesos, como puede ser un remolque, también trabaja de más y se puede provocar un desgaste mayor.
Otros problemas que pueden indicar problemas en el embrague
Hay otros problemas que pueden indicar que hay un problema en el embrague, como que el pedal no vuelve a su posición original después de pisarlo. Esto puede suceder por una pérdida de fluido hidráulico en el bombín o un fallo en el disco de presión.
Si cuesta pisar el pedal o si está demasiado blando, puede ser debido a que se ha desgastado o tiene algún problema. En estos casos no hay que dudar y hay que llevar el coche hasta el taller para que lo revisen.